jueves, 1 de enero de 2009

No sos vos, soy yo


Ella sospechaba. Hacía mucho que veia comportamientos raros en su marido y no terminaba de comprender muy bien lo que pasaba.

El era un hombre poco agraciado por la naturaleza, mas bien gordito, de estatura media y poco carisma. Católico practicante y miembro del Opus Dei lo que hacía pensar que se trataba de una persona de vida ordenada incluso por su holgado pasar económico. Algo llamativo es que solo tenían dos hijos siendo miembros de La Obra.

Emilio no tenía el perfil de Don Juan que se dedica a seducir mujeres pero algo raro había. Marta estaba casi segura de que algo no encuadraba en ese matrimonio.

Luego del nacimiento del segundo hijo las inseguridades de Marta se acrecentaban. Ella prestaba atención a cada detalle, algo rondaba en su cabeza pero no quería ni imaginarlo. Era preferible negar todo antes que aceptar que sus pensamientos podían convertirse en realidad.

Marta necesitaba confiar en alguien, compartir sus penas, pero el tema la absorbía de tal manera que hasta le daba una profunda vergüenza el solo imaginar que alguien más podía conocer de sus dudas. Prefirió callar y dejar que el tiempo transcurriese.

En algún momento pasó por su cabeza seguirlo, o mejor aún, hacerlo seguir. No hizo falta.

Un día Marta volvió antes de lo previsto a casa y se encontró con la confirmación de sus sospechas. El mundo se le vino abajo. Si bien lo sospechaba, la realidad le pegó como un mazazo en la cabeza. Se le nubló la vista, no podía coordinar las palabras, no sabía que decir.

Emilio tomó la iniciativa y le dijo: -Algún día tenía que pasar, esto no lo iba a poder esconder de por vida Marta.

- Sos un hijo de puta Emilio, un hijo de puta!!, tenemos dos hijos, aunque sea por respeto a ellos.

Marta se quebró y no pudo ni siquiera seguir insultándolo.

- El es Claudio, un compañero de trabajo, somos pareja desde hace un año y medio, soltó Emilio sin un hilo de temblor en su voz.
- Emilio vos no nos podés hacer esto!!. Sos una mierda de persona
- No Marta, no soy una mierda, soy gay pero además quiero a mis hijos y también te quiero a vos
- Puto de mierda. Andate ya de casa.
- No, no me voy a ir. Tranquilizate y más tarde hablamos

A la noche, con los chicos ya dormidos, fue Emilio quien retomó el tema.
- Marta, disculpame, pero las cosas son así. Yo te quiero pero me enamoré de Claudio. No tenemos que hacer que esto pase a mayores. Pensá en los chicos, en la familia...
- Y todavía tenés el toupé de decirme que piense en la familia?!, respondió Marta
- A vos no te falta nada y a los chicos tampoco, y nada va a cambiar si mantenemos esto entre nosotros. Además si no es por mi, vos no tenés donde caerte muerta. Ni siquiera ganás una moneda para mantenerte.

La cabeza de Marta estaba a punto de estallar. Quería gritar, pegar, insultar pero estaba paralizada. No solo se sentía humillada, ahora también se sentía extorsionada.

Pasaron varios días hasta que Marta empezó a reaccionar. Comenzó a ir a una psicóloga y a tratar de conseguir un trabajo. Ella era una persona preparada pero en la familia no había lugar para mujeres intelectuales. Se aferró a lo más próximo y confiable, una amiga. No le contó nada pero le dio suficientes indicios como para que ella se diera cuenta de lo que sucedía.

Marta ya no se siente extorsionada. Solucionó uno de sus problemas, ahora tiene un trabajo. Su mente está aplicada a rehacer su vida sin que sus hijos sufran el escarnio de la ambigüedad paterna. No es fácil explicárselo a los chicos. ¿Como se le dice a dos hijos de corta edad que su padre está enamorado de otro hombre?.