jueves, 15 de enero de 2009

La revancha de ser padre


Mis hijos se están poniendo grandes, ya tienen 22 y 16 años pero no me resigno a dejar de abrazarlos. Cuando lo hago vuelvo a sentir que me buscan, que me quieren y tengo la doble sensación de pensarlos chicos y darme cuenta lo grande que están. Ese abrazo paternal no tiene comparación con nada. El tema es que uno se da cuenta de que esos abrazos se hacen más esporádicos y me pongo a pensar cuanto hace que yo no abrazo a mi viejo. Por muchos años mi papá y mamá se enojaban mucho si cuando nos levantábamos, nos íbamos o volvíamos a casa no los saludábamos con un beso. Cuando llegó la adolescencia, no se porque, dejé de besar a mi papá aunque nunca dejé de hacerlo con mi mamá. Un día, ya más grande, llegué a la casa de mis viejos y le volví a dar un beso a mi papá que se quedó un poco sorprendido, por lo que le dije "tengo ganas de darte un beso cuando nos vemos y no me voy a quedar con las ganas, ¿está mal?". "No", me dijo y desde ese momento volvimos a la rutina besadora.

Si bien tengo 44 años ya me veo mucho más cerca de la posibilidad de un nieto que de otro hijo, aunque nunca se sabe, por lo que empecé a elaborar una teoría sobre el porque de tanta sobreprotección de abuelos a nietos.

Los nietos son la prolongación de nuestros hijos y creo que el abuelo busca volcar en aquellos todo el amor y las muestras de afecto que le quedaron pendientes de entrega con sus hijos. Me parece que es una etapa de la vida donde uno reflexiona sobre cuanto más hubiese mimado, besado y abrazado a sus hijos y decide concientemente no irse de este mundo sin agotar la carga de afecto filial que todos llevamos dentro volcándola a sus nietos.

Por eso es que pienso que el ser abuelo es la revancha que nos da la vida para redimirnos de algunos errores que cometimos como padres. Lógico, los abuelos "malcrían" a los nietos, pero debe ser muy linda esa sensación de complicidad.

Mientras tanto voy a tratar de seguir besando y abrazando a mis hijos todo lo que pueda aunque ya coqueteo, y me gusta, con la idea de ser un abuelo joven.

miércoles, 14 de enero de 2009

Nace una familia







Cuando dos personas deciden casarse o irse a vivir juntos nace una pareja pero cuando llega un hijo lo que nace es una familia. En mi caso, como casi todo en mi vida, la familia llegó rápido. Mi esposa tenía 21 años y yo 22....dos criaturas. Estaba seguro de que mi primer hijo iba a ser un varón y que se iba a llamar Martín Rodrigo pero, por otro lado, siempre había tenido muy buen feeling con las nenas por lo que la idea de una hija también me agradaba. Quería presenciar el parto, hice el curso correspondiente y me dijeron que solo había dos motivos por los cuales no podría ingresar a la sala. El primero era si se necesitaba una cesarea, el segundo que hubiese partos simultaneos, es decir dos madres pariendo al mismo tiempo, pero eso solo ocurría en promedio una vez al año....y como Murphy nunca se equivoca, me tocó a mi. Así nació Rocío, Rocío Soledad para ser más preciso, evidentemente no fue un varón y fue lo mejor que me pudo haber pasado. El trabajo de parto había sido muy largo, más de 18 horas, y la clínica donde nació no era precisamente de lo mejor. No eran épocas de vacas gordas. Mi esposa me despertó a eso de las 4 de la mañana por las contracciones, a las 5 estábamos en la clínica y Roci nació a las 11 de la noche. La ansiedad y la inexperiencia nos hizo pasar un largo día.

Recuerdo una metida de pata de esas que hacen historia y que con el paso de los años me avergüenza cada vez más. Cuando pude entrar a la sala de parto a ver a mi esposa, nos dimos un beso y me preguntó "¿estabas nervioso?", y mi estúpida respuesta fue "Si, estaba muy nervioso, como si tuviera que dar un final en la facultad". Imaginate la cara de mi esposa. ¿Como se puede ser tan bestia de comparar la llegada de una hija con un examen?.

Rocío fue polvora pura. Inquieta, rápida, caminó a los 9 meses y medio y era imparable....lo sigue siendo.

Esperamos más de 6 años para agrandar la familia y el segundo embarazo fue muy distinto al primero. A la criaturita la trajimos, sin saberlo, de Brasil. A mi esposa le surgieron todos los temores que no había tenido con Rocío fruto tal vez de que estábamos más maduros. Se hizo los estudios genéticos y ahí supimos que ibamos a tener un varón. Bueno, ya sabíamos que iba a llegar Martín. No, no, primera sorpresa (sería por la venganza a mi comentario??) mi esposa dijo "no quiero que se llame Martín, yo quiero que se llame Rodrigo o Gonzalo". Así que luego de arduas negociaciones acordamos que el nuevo vástago se llamara Rodrigo Martín. No se para que discutimos tanto si después lo llamamos por cualquiera de los mil apodos que tiene...

Cuando ya estábamos cerca de la fecha de parto tuve la segunda sorpresa ingrata. Mi esposa no quería que presenciara el parto, por lo que acepté sin chistar ya que lo importante era que ella estuviera cómoda. Esta vez elegimos una buena clínica con un muy buen servicio de neonatología, y llevamos a nuestra obstetra y a nuestra partera.

Me acuerdo que un día, ya casi en fecha, mi esposa fue sola a control y quedamos en encontrarnos en la casa de mis viejos cuando volviera de trabajar a las 18:30 hs. Lo primero que hice fue preguntar por las novedades y ella, muy sueltita de cuerpo, me dijo "la obstetra me confirmó que hoy a la noche ya nace". Me puse loco. Quería salir corriendo a buscar el bolso, la partera, todo y ella que me decía "tranquilo!!, llevame a casa que me voy a dar una ducha y mientras avisale a la partera que la vas a ir a buscar".

Después de ir a la clínica y cuando mi esposa ya estaba en la sala de partos, salió la obstetra y me dijo "¿que hacés ahí parado?, ponete la bata que vas a presenciar el parto". Entré corriendo y tuve todo el tiempo para ver como nacía Rodrigo a las 22:15 de esa noche. Fue un torazo de 4,200 kgs. solo para joder a la madre porque ahora es un junco de 1,80 mts y que no llega a los 60 kgs....

Dos vivencias distintas pero con sensaciones similares. Super emocionantes e inolvidables. Eso sí, en el segundo parto no hice ningún comentario boludo....






domingo, 11 de enero de 2009

La platería de la abuela


Una vez leí un artículo del presidente de una línea aérea chilena que ya no existe (Ladeco) que llevaba ese título. Se refería a las ventajas de darle la chance a un empleado de la empresa para que progrese en lugar de buscar gente externa. El decía que la "platería de la abuela" muchas veces la tenemos en casa y no nos damos cuenta. Al de adentro ya le conocemos las mañas, los defectos, las virtudes y una cantidad de detalles que llevan tiempo conocer. Del mismo modo esta persona ya conoce las características de la empresa, sus valores, su gente, su clima laboral, etc.

En cambio, con el que viene de afuera, que generalmente está aún en otro trabajo el cual piensa abandonar, nuestro primer contacto es en una entrevista donde el postulante casi siempre viene bien vestido, bien peinado, perfumadito y nos habla de sus logros, su experiencia, su don de gente y todo lo positivo que nos puede aportar a la empresa. Por su parte el entrevistador, le contará sobre los beneficios que brinda la firma, lo interesante del trabajo a realizar, las posibilidades de progreso, etc. Todo parece un cuento de hadas, lo único que se muestra de ambas partes es lo positivo...lo negativo lo iremos descubriendo con el tiempo.

Después puede resultar que hayamos acertado en la elección del empleado (y este de la empresa a trabajar) o que los "vicios ocultos" hagan intolerable esa nueva relación laboral por ambos lados. Para ese entonces, si el descorazonado es el nuevo empleado, tal vez añore su viejo trabajo.

Si por el contrario, el arrepentido es el empleador, pensará en el tiempo perdido, en el dinero invertido tirado a la basura para estar de vuelta en el punto de partida de una nueva búsqueda laboral.


¿No es lo mismo que puede pasar en una nueva relación sentimental?. "Escoba nueva siempre barre bien" dice mi mamá.


A veces resulta que el viejo empleado tiene ese ritmo que no es el que mas nos gusta pero es honesto, decente, cumplidor y tiene afán de progresar. Pero el nuevo postulante parece tener ese empuje arrollador que en el otro falta.

Como primera medida, el nuevo, "parece" tener el ritmo arrollador, todavía no lo vimos y en segundo lugar cabe preguntarse ¿tendrá todas las virtudes del viejo conocido?


También hay otra frase que dice que "el que no arriesga no gana".


Que dilema, no?