martes, 16 de diciembre de 2008

La vida te da sorpresas


Esta es la historia de Ricardo. El muchacho había nacido en el seno de una familia muy problemática en el sur del Gran Buenos Aires. Su padre los abandonó cuando él tenía 6 años dejandolos a su madre y a otros 5 hermanos. Ese fue el primer golpe de tantos otros.
La madre culpaba a los hijos por entender que eran el motivo de todas sus desgracias. Así fue como su hermana mayor se fue a vivir con los abuelos a los 12 años después que la madre la echara del hogar. El camino de Ricardo fue similar pero sin abuelos que lo cobijaran. Rodó de casa en casa de sus amigos y hasta llegó a dormir en viviendas abandonadas. La vida fue pasando y él y sus hermanos iban creciendo.
Ricardo se puso de novio con una chica del barrio con el anhelo de formar la familia que nunca había tenido. Pero el diablo metió la cola y la chica quedó embarazada antes de lo previsto. Solo tenían 22 años. Empezaron ahí las corridas y los problemas. Alquilar, conseguir la plata para mantener la familia, tratar de ahorrar para comprar una casa. Las presiones crecían y la salud mental se empezaba a afectar.
Aparecieron los miedos, los ataques de pánico y como consecuencia la psicóloga y el psiquiatra. Las pastillas empezaron a ser algo cotidiano pero la situación no mejoraba.

Fueron cuatro los ataques de pánico en el trabajo. Una noche su esposa, Susana, salió con sus amigas. El tiempo pasaba y Ricardo se empezaba a sentir mal. La llamó y le dijo que volviera que no estaba bien no quería estar solo. Fue la gota que rebalsó el vaso. La esposa volvió, discutieron y le dijo que no lo aguantaba más, que se fuera.
Su cuñado lo fue a buscar, estaba hecho una piltrafa. Lo primero que le dijo fue "otra vez no tengo nada". Los siguientes tres meses los pasó con su hermana, su cuñado y sus sobrinos. La cosa empezaba a mejorar, Ricardo redujo la dosis de antidepresivos, se mudó a un departamento alquilado y poco a poco dejó la medicación y a los médicos.
A los 6 meses, para el cumpleaños de uno de sus sobrinos, estaba hecho un cascabel. La familia se alegró. Su cuñado lo invitó a quedarse a cenar con ellos pero la respuesta fue un cortante "no, lo lamento, pero tengo que ir a ver a la psicóloga".
La frase cayó como una bomba. Su cuñado le dijo muy serio "¿epa, otra vez con problemas?".
Ricardo lo miró fijo y con un aire entre confesionario y soberbio le dijo..."No, estoy saliendo con la que era mi psicóloga!!!!" y le soltó la carcajada.

¡¡Que jugador!!










1 comentario:

  1. Roberto, en ocasiones y a cierta edad, los salvavidas son una salida para un juego de dos.
    Cuando no conocemos nuestras diferencias y esto con el paso del tiempo se agrava, la tendencia es la frustración y la depresión para que el otro se haga cargo...
    Parace que Ricardo dejó de ser hijo, puso cosas en remojo y aprendió lo que quería, esperemos a ver cómo sigue...hay que darle tiempo

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